El Valor de la Formación

14.07.2020

 Por el Lic. Raúl García

La acción de invertir siempre ha estado asociada a obtener ganancias o mejores rendimientos, nunca a la generación de pérdida. El esfuerzo, el tiempo y el dinero empleados en este propósito continuo, encuentran su sentido en la medida que "algo" cambia o mejora su situación.-

Ese "algo", vinculado a la adquisición de conocimientos puede estar referido a habilidades, actitudes personales, formas de trabajar, desempeño de un puesto de trabajo, desarrollo de un oficio o una profesión, competencias de una organización o al mejoramiento de la calidad de vida de toda una sociedad.-

Por lo tanto, siempre que estamos invirtiendo, ya sea como personas, como organización o como sociedad, buscamos obtener un resultado positivo para nuestras vidas particulares y/o colectivas; ya que anhelamos y visionamos transformaciones que nos permitan un paso hacia adelante y que nos coloquen en una posición mejor que la anterior. ¿Quién no ansia estar mejor o un bienestar común?

El obtener beneficios como producto de nuestra decisión de invertir, es un indicador de suma importancia, no sólo nos beneficiamos sino que recuperamos los recursos utilizados. A diferencia del gasto, que no es recuperable, la inversión tiene como contrapartida un retorno que abarca beneficios concretos.

Es indubitable que el conocimiento ha sido y sigue siendo uno de valores más preciados por distintas sociedades. Aún hoy, viviendo en una sociedad en donde la información es la gran estrella, el apropiarse de algún tipo de conocimiento resulta el objetivo en el cual invertimos más tiempo en el curso de nuestras vidas.

La medicina, la robótica, la industria automotriz, la investigación espacial etc. son algunos de los campos del conocimiento que más han avanzado y transformado nuestras actividades cotidianas. Sin embargo, no es desconocido que la humanidad aún presenta asignaturas pendientes, que representan verdaderos dilemas a resolver y que gran parte de esa misma humanidad no tiene acceso o desecha el conocimiento.

En algunas ocasiones, vale la pena interrogarse en donde han quedado las preguntas que nos ha enseñado la filosofía. Aquellas que surgen ante el asombro, la duda, la incertidumbre por el futuro y la finitud de la vida y que de un modo u otro nos han llevado a explorar, a descubrir a aprender. A veces, sólo a veces parecen haberse extinguido.

La percepción es que, ya sea por omisión o por convicción, encontramos detractores del conocimiento en nuestras sociedades. Gobiernos, sistemas educativos, entornos laborales e individuos han hecho del conocimiento un concepto vacío, lo han convertido en un disvalor, cuyos efectos negativos suelen verse en la calidad de vida que sostenemos.

No obstante, porque negarlo, el conocer y la utilización de ese conocimiento, siguen siendo un norte de nuestra búsqueda. La curiosidad, mejoramiento, ambición o sobrevivencia entre otros, se reeditan como motores de tal empeño.

El mundo avanza y cambia, no sé si para mejor, pero cambia y en sus giros copernicanos va convirtiendo todo lo que sabemos en obsoleto. ¿Por qué no seguir aprendiendo entonces?

Las organizaciones que hemos creado a través del tiempo no escapan a este interés y necesidad terrenal, si es que acordamos con la premisa de obtener mejores beneficios.

Toda organización al igual que las personas necesita de forma permanente, nutrirse de aquellos conocimientos que le posibiliten el indispensable desarrollo. No hace falta profundizar aquí, el ciclo de vida que cumple toda organización y la identidad que va configurando en su devenir; pero sí, recordar de manera concisa que el nacimiento, el crecimiento y la finalización/fusión de una organización demandan de ciertos conocimientos.

Asimismo, el desarrollo, la evolución de las sociedades y/o organizaciones dependen fundamentalmente del crecimiento de los individuos y el nutriente vital para tal propósito, sigue siendo el conocimiento adquirido entre otros medios a través de la formación.-

No hablamos aquí, solo de la formación en la escuela sino en un sentido amplio, como un proceso, abarcativo de múltiples dimensiones de la vida humana.

Lo cultural, político, social, moral y económico como facetas del hombre no pueden quedar restringidas a lo meramente académico. No podemos concluir que sólo la educación formal ofrece formación. Necesitamos incorporar la idea de que el hombre se va formando en los diferentes ámbitos en donde se desenvuelve.

El pensamiento que ha prevalecido en estos últimos 15 o 20 años, es que no es posible formar a nadie excepto en un aula con un pizarrón. De este modo hemos negado y/o limitado las posibilidades de educabilidad que podemos encontrar en distintos escenarios que potencien el desarrollo de nuestras habilidades, aptitudes y actitudes como sujetos únicos.

Ni siquiera en la actual escuela, parece repararse que la acción formadora no se reduce a la sola transmisión de información. Muchos educadores por diferentes razones han abandonado la tarea de formar olvidando la integralidad de la persona.

El estado y la sociedad misma, en diferentes espacios han abandonado su responsabilidad formadora cuando desaprovechan las oportunidades de aprendizaje que pueden darse en las relaciones sociales, laborales, los medios de comunicación y en instituciones de diversa índole. A modo de ejemplo, la responsabilidad en el trabajo no se aprende sólo en el trabajo; las oportunidades y los escenarios posibles aparecen mucho antes que el ámbito laboral. (Familia, escuela, espacios públicos, instituciones sociales etc).

En un pasado no muy lejano, formarse equivalía a "prepararse para la vida" y esta tarea implicaba cierto esfuerzo de por medio para adquirir los conocimientos que permitieran realizar un trabajo, formar una familia o simplemente proyectar un futuro. Era un discurso que sonaba algo extraño pero que resultaba lógico cuando era repetido y ejemplificado por distintos actores sociales mientras caminábamos hacia la escuela. Entre estos conocimientos encontrábamos algunos principios o valores que se nos enseñaba con cierta coherencia. ¿Qué nos sucedió?

Sí... ya sabemos que la realidad cambia y a veces diametralmente, aunque no siempre estemos de acuerdo. Sin embargo el poder semántico de la palabra 'formación' sigue todavía vigente. Tal vez porque a través del tiempo fue estrechando fuertes relaciones con la educación y el trabajo y tales relaciones se fueron consolidando con la expresión 'dar forma' o 'formar para', resaltando de este modo la acción y el dinamismo del concepto.

María Eugenia Venegas Renauld (2004) plantea "Así, en las versiones más recientes, el concepto formación, mediante esos puentes léxicos, se vincula con voces como información, educar, perfeccionar, adiestrar, enseñar, doctrinar, instruir, dirigir, guiar, enderezar, encaminar y criar. Todos ellos, muestran un campo de significaciones pedagógicas que claramente pueden ser entendidas en la idea de que la formación es efecto de una acción sobre el sujeto y puede ser también la acción a la que se somete el sujeto"

Por su parte la Academia de la Lengua, le ha conferido un doble significado tal y como se ha descrito: 'acción y efecto de dar forma o formar' y describe aún más esta acepción, dicho de una persona: Adquirir preparación intelectual, moral o profesional.

De esta manera, "formar" como concepto y acción se ha enriquecido y ha adoptado diferentes acepciones de acuerdo a la perspectiva desde la cual se la mire. Desde la empresarial, psicológica, sociológica etc. se resaltan facetas diferentes de la formación, aunque todas ellas coinciden en la relación que guarda la acción de formar con el desarrollo de la vida humana y la centralidad que tiene el sujeto en este proceso.

Así pues, la formación representa una necesidad imprescindible para nuestras sociedades pero también una responsabilidad individual que deberíamos asumir como tal. Es muy probable que en este punto se manifiesten distintas voces, enfatizando alguna de ellas el rol del estado, la familia y la del propio individuo. Encontraremos disonancias y posturas irreconciliables en las miradas pero seguramente estaremos de acuerdo que existen preguntas elementales que necesitamos responder ya que tienen que ver con situaciones de desafío en el presente y en el futuro.

¿Cómo una sociedad, organización empresarial, un sistema educativo o un simple ciudadano define lo que tiene que aprender? o dicho de otro modo...

¿Qué conocimientos debemos adquirir? y... ¿Cómo invertiremos nuestro tiempo y esfuerzo en tal adquisición?

En una época en donde se habla de formación, educación, capacitación, instrucción como si fueran la misma cosa, el término aprender aparece como clave en la apropiación del conocimiento y es imperioso incorporarlo en nuestro lenguaje y en la vida social. No porque resulte algo nuevo sino porque el aprender es el mecanismo natural que nos permite, cambiar, transformar, mutar o mejorar cualquier aspecto de nuestra realidad.

Formarnos, es entonces la mejor respuesta a lo que sucede en nuestro entorno inmediato y a lo que sucederá. Es un acto de fe en un mundo que cambia y nos demanda nuevos desafíos.

La frase "vivimos en un mundo cambiante y vertiginoso" aunque no siempre nos resulte cómoda nos grafica un mundo que no se mueve lentamente y cuyos contrastes son diversos y complejos y aunque la inercia del pasado nos lleva a seguir haciendo más de lo mismo, trabajar de igual manera, pensar que el mundo se detuvo en nuestra mejor época, ocurren pequeños cambios cotidianos que forman parte de un episodio "tsunami" que llegan para causar un gran impacto. ¿Estamos realmente preparados?

En este sentido, el aprender nuevos conocimientos, es una acción anticipatoria que busca más allá de los cambios previstos o no, colocarnos en una mejor posición que la que ya poseemos para seguir subsistiendo.

Cierto o no cierto, pensemos hasta donde hemos llegado como personas o como organización a través de la inversión de tiempo en aprender. La respuesta es suya y los resultados también.

No caben dudas a esta altura del tiempo (al menos para mí) que la formación de las personas es la mejor inversión que puede realizar una organización y/o una sociedad, fuere cual fuere su fin determinado.